Le tenía que haber dicho aquello, por qué no fui a esa cita,
le diré esto cuando le vea… ¿Te suenan estas frases? ¿Te las repites una y otra
vez en silencio? Si es así, bienvenido a la rumia mental o dicho de otro modo,
al arte de comerse la cabeza sin ningún sentido. Nos estrujamos la sesera para
aprender, para planificar el futuro o para no volver a cometer errores. Hasta
aquí todo bien. El problema surge cuando confundimos ocuparse con preocuparse.
Lo primero es necesario y gracias a ello, hemos conseguido evolucionar como
especie. Sin embargo, la preocupación constante, la rumia mental, no solo no
ayuda, sino que nos debilita por dentro. Nos hace claramente infelices, porque
¿quién podría sentirse bien con alguien recordándole todo el rato que se ha equivocado,
que es un inútil, que mira lo que el otro ha pensado de ti, etc., etc.? El
problema es que ese “alguien” está en nuestra cabeza y no siempre es fácil
darle esquinazo. Así que seamos prácticos. Asumamos que tenemos esta
“habilidad” de auto amargarnos y busquemos algunas claves que nos alivien para
llevarnos un poco mejor con nosotros mismos.
1. Contempla las emociones, no te embarres en ellas
Una cosa es sentirse mal por haberse equivocado y otra es
regodearse en el lodo del error. O pensar que algo puede ir mal a estar
agobiado por un futuro que no sabemos si va a existir. ¿Solución? Volver al
momento presente. ¿Cómo? Con el cuerpo, el mejor de los presentes que hay.
Cuando uno se concentra en la respiración, en bailar, en el
deporte… en todas las sensaciones corporales posibles deja la cabeza de dar
vueltas por el pasado y por el futuro. El motivo es fácil: el cuerpo está solo
en el presente. Cuando nos fijamos en lo que hay en el presente no hay miedo ni
estrés. Por eso, una de las técnicas que más éxito está teniendo en los últimos
tiempos es el mindfulness, del que ya hemos hablado, y que consigue reducir la
rumia mental en un 30 por ciento y el malestar en un 35 por ciento después de
ocho semanas de entrenamiento, según la investigación realizada por Andrés
Martín Asuero y que recoge en su libro
Plena mente o el arte de estar presente.
Ahora bien, la contemplación de las emociones requiere
entrenamiento y es la mejor alternativa, pero si te cuesta, busca otros
cortafuegos, como pensar en tu respiración, hacer trabajos manuales que te
distraigan poniendo la atención en ellos (claro, no consiste en construir
aviones o tejer punto y seguir con la cabeza dándole vueltas), hacer deporte y
centrarte en los pasos que das y toda aquella actividad que te requiera
movimiento y que te haga estar en el presente.
2. Tranquilízate. Nuestra cabeza suele agrandar los errores
Solemos agrandar el impacto de lo que hemos hecho a otros
(no todo el mundo, de acuerdo. Hay gente profundamente narcisista, pero son la
minoría). Nos repetimos mil veces lo mal que hemos quedado en un momento dado
delante de la gente y nos olvidamos que el resto tienen la misma habilidad de
torturarse a sí mismos, por lo que van a dedicar un tiempo maravilloso en
recordarse sus propios errores y no tanto criticar los nuestros. Además, la
memoria es selectiva. Recordamos aquello que queremos recordar. Y mientras tú
lo puedes ver muy oscuro, el resto lo puede recordar como gris. Por ello, ante
un error del pasado, por ejemplo, acéptalo (no te pelees en justificarte, que
eso crea más rumia mental), saca aprendizajes y no magnifiques lo que los demás
han pensado de ti. Muy probablemente estés equivocado.
3. Deja la bola de cristal
Atención al dato: se estima que el 92 por ciento de nuestros
miedos son inventados, como recogí en el libro de NoMiedo. Cuando pensamos en
el futuro subestimamos nuestras capacidades de rehacernos de los posibles
golpes. Por eso, nos llenamos de miedos, que no son otra cosa que rumia mental.
Por ello, confía más en ti y ten previsto otras alternativas ante un error
posible. Si has salido en el pasado de momentos difíciles, ¿quién te dice que
no lo vas a lograr en el futuro? Así que deja la bola de cristal que solo ve
cosas oscuras y vuelve al presente y a tus posibilidades reales.
4. Crea un espacio amable dentro de ti
Y por último, trátate un poco mejor. Sé consciente cuando te
dices perlas tipo “mira que soy idiota” o cosas así (o peores) y no consientas
que nadie ni tú mismo te trate mal. No lo necesitas para mejorar. Presta
atención y siente un poco de compasión por ti mismo. Al fin y al cabo, todos
somos humanos, que no superman ni superwoman.
Asemfa Sevilla. Publicado por María Arráez
Fuente internet.
Asemfa Sevilla. Publicado por María Arráez
Fuente internet.
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